Estas confesiones, bastante sospechosas de duda o de impotencia, son particularmente repetidas ante los problemas `más vastos que se plantean a la ciencia, ante la cuestión del origen del hombre y más aún ante la del origen de los mundos. Nos encontramos allí ante una especie de campo de batalla tradicional entre la ciencia y la religión, entre el materialismo y el idealismo, y las luchas de hoy, si bien se han reavivado recientemente, no son, sin embargo, nuevas:
"La cuestión -dice Engels - de la relación del pensamiento con el ser, del espíritu con la naturaleza, la cuestión más alta de toda la filosofía, tiene por tanto sus raíces, no menos que toda religión, en las ideas limitadas e ignoras del estado de salvajismo. Pero esta cuestión no podía ser planteada en todo su rigor, no podía adquirir toda su importancia mientras la humanidad europea no despertara del largo sueño hibernal de la Edad Media cristiana. La cuestión de la relación del pensamiento con el ser, que por lo demás tan importante papel desempeñó en la escolástica de la Edad Media; la cuestión ¿qué es lo originario: el espíritu o la naturaleza?, esta cuestión se formulaba así frente a la Iglesia: ¿ha creado Dios el mundo, o el mundo existe de eternidad?
"Según la respuesta dada a esta cuestión, los filósofos se dividieron en dos grandes campos. Aquellos que sostenían la originalidad del espíritu frente a la naturaleza, por tanto, en última instancia, una creación cualquiera del mundo -y esta creación es mucho más embrollada e imposible en los filósofos, por ejemplo en Hegel, que en el cristianismo-, formaron el campo, del idealismo. Los otros, los que consideran la naturaleza como lo originario, pertenecen a las diferentes escuelas del materialismo".
Este último aspecto del problema cosmogónico constituye una nueva y muy poderosa fuente de interés para los marxistas. Se puede asimismo decir que muchas veces, tanto en la antigüedad como en los tiempos modernos, la historia de este problema ha reflejado de una manera muy fiel, no solamente la de los conocimientos científicos sino también la de las luchas de clase contemporáneas. En ciertas épocas y en ciertos países, cuando las clases nuevas, progresistas, atacaron violentamente a las clases gobernantes sin temor de minar las beses mismas de la religión, negar la existencia de lo divino y la necesidad de una "causa primera" del universo, la cuestión del origen de los mundos pudo ser planteada correctamente desde el punto de vista científico, pero el débil desarrollo del saber impidió descubrir la menor explicación valedera, aunque sólo fuese para el origen de los planetas. Entonces, aunque la ciencia progresaba rápidamente, la influencia religiosa, aun cuando fuera por otro lado abiertamente derrotada, pudo impedir que se abordase correctamente el problema y hoy mismo, como se adivina por lo expuesto, ciertos sabios son "frenados" en su hipótesis por el idealismo y retroceden en el momento en que deberían avanzar.