El sistemismo supera tanto al individualismo como al totalismo,
que son las filosofías sociales tradicionales. Es una visión típicamente
moderna. Pero, desde luego, por no renunciar a la razón, la comprobación, la
verdad, la claridad ni la cordura, el sistemismo es incompatible con lo llamado
posmoderno, nuevo nombre del viejo oscurantismo.
El enfoque sistémico no se limita al estudio de las cosas sino
que también se aplica a los intentos de cambiarlas. O sea, vale tanto para lo
prescriptivo como para lo normativo. Por ejemplo, el sociólogo (o economista, o
politólogo) sistémico llamado a aconsejar sobre la mejor manera de abordar y
resolver algún problema social empieza por concebirlo como un componente de todo
un complejo o sistema de problemas sociales. Esto le lleva a aconsejar políticas
sociales sistémicas de efectos positivos y perdurables antes que políticas
sectoriales para salir del paso o ganar una elección.
Por acentuar la naturaleza sistémica del mundo natural y
social, el sistemismo desalienta la fragmentación tradicional de las ramas del
conocimiento y favorece su integración. Esto es particularmente importante en el
caso de los estudios sociales, cuya división tradicional en antropología,
sociología, economía, politología, historia, y campos afines, es artificial y
nociva. Según el sistemismo todas la ciencias sociales estudian lo mismo -la
sociedad humana- desde puntos de vista distintos pero complementarios.
Estamos viviendo transformaciones sociales extraordinariamente
rápidas, a menudo catastróficas y en escala mundial: globalización de la
economía, desplazamiento masivo de la riqueza de unas regiones a otras,
formación de nuevos bloques de naciones y desintegración de otros, polarización
del poder político, agotamiento de los recursos minerales, endeudamiento
fabuloso de Estados y empresas, bancarrotas de imperios industriales,
comerciales y financieros, contaminación ambiental, derrumbe del "socialismo"
estatista y dictatorial, ampliación de la brecha entre personas y países ricos y
pobres, informatización masiva, desocupación crónica, encogimiento del
proletariado industrial y consiguiente decadencia del movimiento socialista,
resurrección del fascismo y del nacionalismo, fracaso de las teorías y políticas
económicas de inspiración individualista así como las de inspiración totalista,
y comienzo de una nueva ola irracionalista, en particular anticientífica, que
contribuye eficazmente a velar la realidad y a debilitar la voluntad de
cambiarla.