El joven ayudante estaba desconcertado. Balbuceó:
-El coronel Harmon quisiera tener autorización para
hacer callar esos cañones.
-Yo también -replicó él coronel en el
mismo tono-. Salude de mi parte al coronel Harmon y dígale que
todavía rigen las órdenes del general para que la
infantería no haga fuego.
El ayudante saludó y se fue. El coronel hundió
los talones en tierra y dio media vuelta para continuar mirando los
cañones del enemigo.
-Coronel -dijo el ayudante mayor-, no sé si debo
decirlo, pero hay algo raro en todo esto.
¿Sabe usted que el capitán Coulter es originario
del Sud?
-No. ¿Lo era, en verdad?
-He oído que el verano pasado, la división que el
general comandaba entonces se encontraba muy cerca de la plantación de
Coulter; allí acampó tres semanas y ...
-¡Oiga! -lo interrumpió el coronel levantando la
mano-. ¿Oye usted eso?