Por cosa pues, indigna, tuvo que dejar de contar la verdad de
lo que en cosas tan grandes pasa, y hacer saber a los partos, a los de
Babilonia, a los más apartados árabes y a los de mi nación que viven de la otra
parte del Eufrates, y a los adiabenos, por diligencia mía, que tal y cual haya
sido el principio de tan gran guerra, y cuántas muertes, y qué estrago de gente
pasó en ella, y qué fin tuvo; pues los griegos y muchos de los romanos, aquellos
ti lo menos que no siguieron la guerra, engañados con mentiras y con cosas
fingidas con lisonja, no lo entienden ni lo alcanzan, y osan escribir historias;
las cuales, según mi parecer, además que no contienen cosa alguna de lo que
verdaderamente pasó, pecan también en que Pierden el hilo de la historia, y se
pasan a contar otras cosas; Porque queriendo levantar demasiado a los romanos,
desprecian en gran manera a los judíos y todas sus cosas. No entiendo, Pues, yo
ciertamente cómo pueden parecer grandes los que han acabado cosas de poco. No se
avergüenzan DEL largo tiempo que en la guerra gastaron, mi de la muchedumbre de
romanos que en estas guerras largo tiempo con gran trabajo fueron detenidos, mi
de la grandeza de los capitanes, cuya gloria, en verdad, es menoscabada, si
habiendo trabajado y sufrido mucho por ganar a Jerusalén, se les quita porte o
algo del loor que, por haber tan Prósperamente acabado cosas tan importantes,
merecen.
No he determinado levantar con alabanzas a íos míos, por
contradecir a los que dan tanto loor y levantan tanto a los romanos: antes
quiero contar los hechos de los amos y de los otros, sin mentira y sin lisonja,
conformando las palabras con los hechos, perdonando al dolor y afición en llorar
y lamentar las muertes y destrucciones de mi patria y ciudades; porque testigo
es de ello el emperador y César Tito, que lo ganó todo, como fue destruido por
las discordias grandes de los naturales, los cuales forzaron, juntamente con los
tiranos grandes que se habían levantado, que los romanos pusiesen fuego a todo,
y abrasasen el sacrosanto templo, teniendo todo el tiempo de la guerra
misericordia grande del pobre pueblo, al cual era prohibido hacer lo que quería
por aquellos revolvedores sediciosos; y aun muchas veces alargó su cerco más
tiempo de lo que fuera necesario, por no destruir la ciudad, solamente Porque
los que eran autores de tan gran guerra, tuviesen tiempo para arrepentirse.