Con ese primer Aristóteles se alimentan las escuelas teológicas hasta la aparición del Aristóteles completo, que inicia la segunda escolástica. Los árabes y los judíos de Occidente, toman contacto con él, antes que los cristianos; vencidos los primeros y perseguidos los segundos, su herencia pasa a renovar la escolástica cristiana. La filosofía se introduce en las teologías; las tres llegan a distinguir, más tarde la verdad filosófica de la verdad teológica. Pero el triunfo político de la iglesia de Roma en la Europa Occidental, excluyó las otras dos escolásticas Medioevales, tocándole a la cristiana sufrir la crisis de renovación humanista que remató en el Renacimiento.
La teología musulmana culmina filosóficamente en Averroes; la teología judía en Maimónides; la cristiana en Tomás de Aquino. Las dos primeras mueren absorbidas por las teologías dogmáticas de sus religiones respectivas; la cristiana crece como el poder político de las naciones que la acatan, se transforma por el influjo de las otras dos, se renueva y más tarde se divide engendrando las dos teologías cristianas que siguen oponiéndose en la actualidad la teología católica y la teología protestante.
En ningún país europeo, durante la Edad Media, coexistieron en más íntimo contacto que en España las tres filosofías escolásticas medioevales. La musulmana y la judía fueron esencialmente españolas con Averroes y Maimónides. La cristiana, que en la Patrología había tenido a Isidoro de Sevilla llegó a contar en Aragón el nombre ilustre de Raimundo Lulio; ninguno igual tuvo Castilla que se distinguió principalmente por el cultivo de los géneros literarios.
Desde la irrupción de las religiones monoteístas en el mundo pagano, hasta la aparición de la escolástica tomista, la península española es la región más interesante para la historia de la filosofía.