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Entra un hombre que abre y cierra la puerta con rapidez y suavidad. Víctor camina hasta la mesita y saca de un botiquín unos guantes de Látex marrones. Paula se saca la camisa, desabrocha el corpiño que deja arriba de la mesita y se acomoda en la camilla boca arriba, las manos cubriendo sus pechos. Víctor se para en frente de la camilla, termina de ajustarse los guantes y comienza a masajear con suavidad los pechos de Paula. Arriba de ellos: un ventilador de techo que no da vueltas. De vez en cuando Víctor se distrae de sus manos y mira el segundero del reloj en la pared. Paula no abre los ojos, no pestañea, piensa en el pez, en la pecera, en las piedras marrones en el fondo, en el agua transparente, en los ojos del pez que miran sin culpa, dolor o sonido. Los brazos de Paula permanecen inmóviles al costado de la camilla.

¿Y si esto es todo lo que hay?

La pregunta merodeaba mi vida como un piano de cola volando por el cielo, tocando su intrigante melodía, esperando encontrarme distraída y fatigada para caer sobre mi y desintegrarme.

Víctor masajea los pechos. De a ratos Paula entreabre los ojos, semblanteando las humedades de las paredes. También mira y vuelve a mirar el paquete de cigarrillos sobre la mesita. Víctor masajea y masajea hasta que dice: ya está. Paula se viste de espaldas a Víctor. Cuando se da vuelta, Víctor ya no está. Paula intenta abrir la puerta, que se abre un poco hasta que la parte de abajo se traba contra el piso de madera, la puerta se viene hacia ella y choca contra sus pechos, rebota y se vuelve a cerrar. Paula piensa que el pez de la pecera es testigo de lo que acaba de pasar.

Lo peor era no poder abrigarse contra ese frío gélido que me carcomía. Yo cantaba, saltaba, bailaba, hacía amigos, conseguía novios, pero nada me daba calor, nada derretía esas enormes y misteriosas formaciones de hielo que dominaban grandes extensiones de mi interior. El frío. Ah, el frío como último aviso antes del final.

Paula sale de la clínica y se toma un charter hasta la esquina de la casa de Fernando. La hermana menor de Fernando, Guadalupe la está esperando vestida con una pollera escocesa de colegio y un sweater gris en V. Guadalupe le anuncia: hoy hay pescado pero para vos hicieron milanesa. Qué divinos, contesta Paula que se acerca a la pecera y agachada contempla al pez y su pacífica mirada. Luego se levanta y deja solo al pez. Sentada en uno de los sillones del living la madre de Fernando le dice a Paula:

 
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Diamante loco de Jorge Solari   Diamante loco
de Jorge Solari

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