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Para que progresivamente se consiga aflojar los lazos de la esclavitud se necesitan: el más riguroso cumplimiento de las leyes contra el tráfico de los negros, penas infamantes contra los que las quebranten, la formación de tribunales mixtos y el derecho de visita ejercido con una reciprocidad equitativa. Es muy triste el saber que por descuido desdeñoso y culpable de algunos gobiernos de Europa, el tráfico de negros (hecho más cruel porque es más oculto) arranca de nuevo al Africa de diez años a esta parte, casi la misma cantidad de negros que antes de 1807. Pero no se puede deducir de aquí la inulidad, o como dicen los partidarios secretos de la esclavitud, la imposibilidad práctica de medidas beneficiosas adoptadas desde luego por Dinamarca, Estados Unidos, Gran Bretaña, y sucesivamente por todo el resto de Europa. Lo que ha pasado desde 1807 hasta que Francia ha vuelto a entrar en la posesión de una parte de sus antiguas colonias, y lo que ocurre en nuestros días en las naciones cuyos gobiernos quieren verdaderamente la abolición de semejante comercio y de sus abominables prácticas, prueban la falsedad de esta conclusión. Por otra parte, ¿es razonable comparar numéricamente las importaciones de esclavos de 1825 y 1826? Con la actividad que reina en todas las empresas industriales ¿cuánto hubiera aumentado la importación de negros en las Antillas inglesas y en las partes meridionales de los Estados Unidos, si el tráfico, del todo libre, hubiera hecho inútiles los cuidados para la conservación y aumento de la población antigua, ¿Es posible que el comercio inglés se hubiera limitado, como en 1806, a la venta de 53.000 esclavos y el de los Estados Unidos a la de 15.000? Se sabe con certidumbre que sólo las Antillas inglesas recibieron en los ciento seis años que precedieron al de 1786, más de 2.130.000 negros arrancados de las costas de Africa. En la época de la revolución francesa, el comercio de esclavos proporcionaba 74.000 por año, 38.000 para las colonias inglesas, y 20.000 para las francesas. Sería fácil probar que en todo el archipiélago de las Antillas, en el cual apenas hay 2.400.000 negros y mulatos (libres y esclavos) han entrado desde 1670 a 1825 alrededor de 5.000.000 de africanos (negros bozales). En estos cálculos chocantes acerca del consumo de la especie humana no se ha tenido en cuenta el número de desgraciados esclavos que han muerto en la travesía o han sido arrojados al mar como mercancías averiadas. ¿Cuántos millares no hubiera sido necesario agregar a las pérdidas, si las dos naciones más ardientes y más inteligentes en los adelantos de su comercio y de su industria, los ingleses y los angloamericanos, hubiesen continuado desde 1807 tomando parte en el tráfico de negros con la misma libertad que los demás pueblos de Europa? Una triste experiencia ha probado qué funestos han sido para la humanidad los tratados del 15 de julio de 1814 y de 21 de enero de 1815, por los cuales España y Portugal se reservaban todavía "el goce del tráfico de negros" por un cierto número de años. |
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Acerca de la esclavitud
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