Primera parte
El buen sentido es lo que mejor repartido está entre todo el
mundo, pues cada cual piensa que posee tan buena provisión de él, que aun los
más descontentadizos respecto a cualquier otra cosa, no suelen apetecer más del
que ya tienen. En lo cual no es verosímil que todos se engañen, sino que más
bien esto demuestra que la facultad de juzgar y distinguir lo verdadero de lo
falso, que es propiamente lo que llamamos buen sentido o razón, es naturalmente
igual en todos los hombres; y, por lo tanto, que la diversidad de nuestras
opiniones no proviene de que unos sean más razonables que otros, sino tan sólo
de que dirigimos nuestros pensamientos por derroteros diferentes y no
consideramos las mismas cosas. No basta, en efecto, tener el ingenio bueno; lo
principal es aplicarlo bien. Las almas más grandes son capaces de los mayores
vicios, como de las mayores virtudes; y los que andan muy despacio pueden llegar
mucho más lejos, si van siempre por el camino recto, que los que corren, pero se
apartan de él.
Por mi parte, nunca he presumido de poseer un ingenio más
perfecto que los ingenios comunes; hasta he deseado muchas veces tener el
pensamiento tan rápido, o la imaginación tan clara y distinta, o la memoria tan
amplia y presente como algunos otros. Y no sé de otras cualidades sino ésas, que
contribuyan a la perfección del ingenio; pues en lo que toca a la razón o al
sentido, siendo, como es, la única cosa que nos hace hombres y nos distingue de
los animales, quiero creer que está entera en cada uno de nosotros y seguir en
esto la común opinión de los filósofos, que dicen que el más o el menos es sólo
de los accidentes, mas no de las formas o naturalezas de los individuos de una
misma especie.
Pero, sin temor, puedo decir, que creo que fue una gran ventura
para mí el haberme metido desde joven por ciertos caminos, que me han llevado a
ciertas consideraciones y máximas, con las que he formado un método, en el cual
paréceme que tengo un medio para aumentar gradualmente mi conocimiento y
elevarlo poco a poco hasta el punto más alto a que la mediocridad de mi ingenio
y la brevedad de mi vida puedan permitirle llegar. Pues tales frutos he recogido
ya de ese método, que, aun cuando, en el juicio que sobre mí mismo hago, procuro
siempre inclinarme del lado de la desconfianza mejor que del de la presunción, y
aunque, al mirar con ánimo filosófico las distintas acciones y empresas de los
hombres, no hallo casi ninguna que no me parezca vana e inútil, sin embargo no
deja de producir en mí una extremada satisfacción el progreso que pienso haber
realizado ya en la investigación de la verdad, y concibo tales esperanzas para
el porvenir , que si entre las ocupaciones que embargan a los hombres, puramente
hombres, hay alguna que sea sólidamente buena e importante, me atrevo a creer
que es la que yo he elegido por mía.