A doña Lupe sí que no se le escapaba nada, y de todo iba
tomando notas. Hablose en la mesa del tiempo, del gran calor que se había
metido, impropio de la estación, porque todavía no había entrado Julio, aunque
faltaban pocos días; de los trenes de ida y vuelta, y de la mucha gente que
salía para las provincias del Norte. Con cierta timidez, se aventuró Fortunata a
decir que su marido debía dejarse de píldoras, y decidirse a ir a San Sebastián
a tomar baños de mar. Mostrándose muy apático, dijo el pobre chico que lo mismo
era tomarlos en Madrid con las algas marinas del Cantábrico, a lo que respondió
su mujer con energía: «Eso de las algas es conversación, y aunque no lo fuera,
lo que más importa es tomar las brisas».
Picando con el tenedor en el plato, para coger los garbanzos
uno a uno, la señora de Jáuregui se decía lo siguiente: «Te veo venir... buena
pieza. Ya sé yo las brisas que tú quieres. Después de zarandearte aquí, quieres
zarandearte allá, porque se te va el amigo... Sí, lo sé por Casta. Los señores
de la Plazuela de Pontejos se marchan mañana. Pero yo te respondo, picaronaza,
de que con esa no te sales... ¡A San Sebastián nada menos! Estás fresca... Ya te
daré yo brisas...».
Vino luego doña Casta con Olimpia a proponerles dar un paseo al
Prado. Rubín vacilaba; pero su mujer se negó resueltamente a salir. Fuese doña
Lupe con sus amigas, y Fortunata y Maxi estuvieron solos hasta media noche en la
sala, a oscuras, con los balcones abiertos, a causa del calor que reinaba,
hablando de cosas enteramente apartadas de la realidad. Él proponía los temas
más extravagantes, por ejemplo: «¿Cuál de nosotros dos se morirá primero? Porque
yo estoy muy delicado; pero con estos achaques, quizás tenga tela para muchos
años. Los temperamentos delicados son los que más viven, y los robustos están
más expuestos a dar un estallido». Hacía ella esfuerzos por sostener plática tan
soporífera y desagradable. Otra proposición de Maxi: «Mira una cosa; si yo no
estuviera casado contigo, me consagraría por entero a la vida religiosa. No
sabes tú cómo me seduce, cómo me llama... Abstraerse, renunciar a todo, anular
por completo la vida exterior, y vivir sólo para adentro... este es el único
bien positivo; lo demás es darle vueltas a una noria de la cual no sale nunca
una gota de agua».