-Mírelos, mírelos; si los tiene casi en la mano. Dígole que es
preciso cuidar esa cabeza... ¡Otra vez a leer! Bueno; usted se acordará de mí...
leer, leer, y el aparato cerebro-espinal que lo parta un rayo... Tararí,
tararí...
Seguía cantando y el otro ¡plum!, se chapuzaba otra vez en su
lectura.
«¿Y qué lee?... vamos a ver -dijo Ballester mirando el libro-.
La pluralidad de mundos habitados... Bueno va... ¡Cualquier día me iba yo a
ocupar de si había personas en Júpiter! Cuando digo que usted, amigo Rubín, va a
acabar mal. Aquí para entre los dos: ¿a usted qué le va ni qué le viene con que
haya gente en Marte o deje de haberla? ¿Le van a dar a usted algo por el
descubrimiento? Tararí... tararí. Yo doy de barato -añadió luego, poniéndose a
machacar en el mortero-, yo doy de barato que haya familia en las estrellas; es
más, declaro que la hay. Bueno, ¿y qué? La consecuencia es que estarían tan
jorobados como nosotros».
Rubín no contestaba. A cierta hora, dejó el libro, metiéndolo
en un rincón de la anaquelería, que apestaba a fénico, entre dos potes de este
líquido; después se restregaba los ojos y estiraba los brazos y el cuerpo todo,
tardando lo menos cinco minutos en aquel desperezo que activaba la circulación
de su poca sangre. Cogía el hongo que de una percha colgaba, y a la calle. Poco
tenía que andar por ella para ir a su casa. Entró en esta con la cabeza baja,
las cejas fruncidas. Su tía le dijo que Fortunata no había venido aún y que le
esperarían para comer. Maxi ocupó su sitio en la mesa, doña Lupe le recogió el
sombreo, y volviendo al poco rato, sentose en el sofá de paja; ambos esperaron
un rato en silencio.
«Cuidado que hoy tarda más que nunca» observó doña Lupe; y como
notase en el rostro de su sobrino señales de desasosiego, se apresuró a entablar
conversación más amena.
«Todo el día me he estado acordando de lo que hablamos anoche.
¡Ah!, si tú fueras otro, si tú tuvieras ambición, pronto seríamos todos ricos.
El farmacéutico que no hace dinero en estos tiempos es porque tiene vocación de
pobre. Tú sabes bastante, y con un poco de trastienda y otro poco de farsa y
mucho anuncio, mucho anuncio, negocio hecho. Créeme, yo te ayudaría».