Del claro sol los fuegos juguetean
Sobre la mar undosa:
Dibújase a lo lejos en la rada
La nave, que las ondas
Cruzando, hasta mi patria ha de llevar
Mas yo espero la hora
En que una brisa favorable sople,
Y en la playa arenosa
Sentado, estoy, leyendo de Odyseo
La canción triunfadora;
Vieja canción, eternamente joven,
Y en cuyas bellas hojas
El perfumado aliento de los dioses,
El cielo de la Grecia soñadora,
La primavera espléndida del mundo
Respira mi alma ansiosa. . .
Mi noble corazón acompañaba
En sus empresas locas,
En su camino errante, al hijo triste
De Laertes; con honda
Tristeza en el espíritu, a su lado,
Yo me senté en las rocas,
Y en el hogar hospitalario en donde
Princesas seductoras
Rica púrpura hilaban; yo ayudéle
A urdir las engañosas
Tramas que del gigante le libraban
O de la ninfa hermosa:
Entre tormentas, noches y naufragios
Iba con él mi mente soñadora,
Y mi pecho entusiasta compartía
Del suyo las congojas.
Suspirando exclamé: -«Poséidon fiero,
Formidable es tu cólera,
Y temo yo también no ver va nunca
Mi Patria cariñosa.»-
Apenas estas voces se escaparon
De mi trémula boca,
Cubrióse el hondo piélago de espuma,
Y entre las verdes ondas,
La cabeza de juncos coronada
Del Dios potente de la mar traidora
Apareció, y me dijo, sonriendo
Con insultante mofa:
-«Nada temas, querido poetilla;
No desea mi cólera
Romper tu esquife ni turbar tu calma
Con sacudidas locas.
¿Oh! no, inocente rimador; tu musa
Mis iras no provoca;
Ni tújamás de la ciudad sagrada
De Píramo, una sola
De las torres rompiste; ni en tu rabia
La pestaña más corta
Arrancaste a los ojos de mi hijo
Polifemo, el gigante de las sombras;
Ni has jamás recibido los consejos
De la Atenea Diosa.»-
Poséidon habló así, y alegremente
Se sumergió en las ondas;
Y del marino Dios la grosería
Hizo reír con carcajadas locas
A Anfítrite, divina pescadera,
Que del mar ancho entre las linfas movía,
Mientras las necias hijas de Nereo
Aplaudían con risas bulliciosas.