Me senté de la mar en la ribera,
Soñador pensativo y solitario.
El rubio sol al declinar vertía
Sobre las aguas sus ardientes rayos,
Y las ondas, rugientes y espumosas,
En la orilla espiraban murmurando.
Era un raro conjunto de rumores,
De cuchicheos lánguidos y extraños,
De murmullos, de quejas, de silbidos,
De risas y suspiros, enlazados
Con los acentos dulces y süaves
Que hay de la cuna en los amantes cantos.
Oir me parecía las historias
De las viejas edades que pasaron,
O los cuentos de hadas que escuchara
A los niños contar del vecindario,
Cuando en las noches del ardiente estío,
El pecho palpitante, reclinados
En las gradas de piedra de la puerta,
La ansiedad nuestros ojos agrandando
Al narrador oíamos con júbilo,
Y las doncellas núbiles en tanto,
Sentadas al balcón, sobre nosotros,
Junto a tiestos de flores, perfumados,
Parecidas a rosas, sonreían
De la pálida luna ante los rayos.