Como ondulan en el prado
Las mieses ante los vientos,
En el cerebro agitado
Del pensador olvidado
Ondulan los pensamientos.
Y son los enamoradas
Imágenes del poeta,
Cual las flores azuladas,
Que abren su corola inquieta
Entre las mieses doradas.
¡Pobre flor, azul ó roja!
El segador, con su mano,
Por inútil te deshoja;
Con necio desdén te arroja
De su campo el aldeano.
Y el que los campos pasea
Cuando la vista derrama
Y en vosotros la recrea,
Flores malditas os llama
Y vuestra muerte desea.
Mas la aldeana inocente
Que coronas perfumadas
Teje al amor, sonriente,
Entre sus trenzas doradas
Os coloca alegremente.
Y corre de dicha llena
Hacia el baile bullicioso,
Donde con són cadencioso
Melancólico resuena
El violín armonioso,
Si no prefiere la umbrosa
Fronda, donde misteriosa
La voz de su bien querido
Suena más grata en su oído
Que la flauta cadenciosa.