¡Hurra! saludo humilde te envío, mar undoso,
Te envío diez mil veces, con corazón gozoso,
Cual saludaron tristes tus olas de zafir
Aquellos corazones vencidos en la guerra,
De aquellos diez mil griegos que, ausentes de su tierra,
Presentes en la historia del mundo han de vivir.
Las ondas se agitaban, el céfiro gemía;
De claridad rosada el sol al mar teñía;
Bandadas de gaviotas huían con terror
Lanzando agudos gritos; piafaban los corceles,
Y un «hurrah» entre el crujido de lanzas y broqueles,
De los helenos pechos se alzaba con ardor.
¡Oh mar! yo te saludo, yo encuentro en tus rumores
Un eco de aquel suelo que hollaron mis mayores;
De mi niñez los sueños, ya muertos por mi mal,
Ver creo entre tus ondas; las dichas ya pasadas,
Las conchas, los corales, las perlas sonrosadas
Que guardan misteriosos tus cofres de cristal.
¡Cuánto en suelo extranjero mis ojos han llorado
Cual flor que ve secarse su cáliz perfumado
Que el sabio en el estuche metió sin compasión,
Hallando a sus deseos el universo estrecho
Latiendo sin ventura en mi angustiado pecho
Secábase aterido mi pobre corazón.
Ahora me parece que el lento invierno frío
Pasé en cuarto malsano y fétido y sombrío,
Y que al dejarlo ahora, contemplo el resplandor
Del sol que alegre baña la verde primavera,
Y que me miran creo con avidez sincera
Los ojos perfumados de la sencilla flor.
Y escucho los suspiros de la extensión poblada
Con árboles cargados de nieve perfumada,
Que envuelve la distancia con su irisado tul;
El éter leve miro que llora y que suspira,
El orbe entero creo que ríe y que respira,
Y que «hurrah» el ave canta en la extensión azul.
¡Oh corazón, que glorias como el guerrero griego
Cobraste con tu huida! ¡Cuánto el amante fuego
De las hermosas bárbaras te supo fastidiar!
Los ojos con ardientes miradas me encendían,
Con sus palabras falsas mi corazón herían,
Con soñolientas cartas llegábanme a atontar.
En vano el fuerte escudo mis manos presentaban;
Silbaban las saetas, los golpes redoblaban,
Y al fin, desesperado del frío Norte, huir
Me hicieron a tus playas, donde feliz reposo,
Y «hurrah,» te digo, abismo libertador y undoso,
Alegre yo saludo tus olas de zafir.