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«Queda bajo las aguas,

Queda por siempre allí, sueño implacable

Que mi pecho otras noches

Con tus dichas fingidas flagelaste,

Y aun hoy, marino espectro,

Vienes en pleno día a atormentarme.

Queda bajo las ondas,

Yo te arrojo con todos mis pesares,

Y el gorro de Locura

Que bordan cascabeles resonantes

Que yo oí tantas veces

En torno de mis sienes agitarse,

Y el frío disimulo,

Esa de áspid horrible piel süave

Que envolvió tanto tiempo

Entre sus pliegues mi alma delirante;

Mi alma maldita, mi alma

Blasfema del Señor y de los ángeles.»

-«¡El viento, tended velas! »-

Ante su soplo ya se hinchan flotantes,

Sobre el traidor espejo

De las aguas deslízase la nave,

Y el alma redimida

En gritos de alegría se deshace.

 

 

LA PAZ

Cercado de nubes blancas

El sol en el cenit brilla,

Y yo recostado en tanto

Contemplo la mar tranquila.

Cerca estoy del gobernalle;

Mi mente loca, delira,

Y entre mis sueños confusos

Y mis confusas vigilias,

De Jesucristo la imagen

Aparece ante mi vista.

De blanca y flotante tela

La imagen veo vestida:

Es grande como un gigante,

Y silencioso camina

Sobre la fecunda tierra

Y sobre la mar tranquila;

Toca su cabeza al cielo;

Con sus manos extendidas

Bendice tierras y mares,

Y cual corazón que brilla,

Dentro de su pecho lleva

El sol, que al mundo ilumina;

Y este corazón ardiente,

Hogar de amor y de vida,

Derrama de sus fulgores

La luz brillante y purísima

Sobre la fecunda tierra

Y sobre la mar tranquila.

Ecos hacia todos lados

De campanas que repican,

Atraen con su voz alegre

Y sonora nuestra quilla,

Que llega a una verde costa

Solitaria y escondida,

Donde los humanos viven

En una ciudad magnífica.

¡De la paz milagro! ¡Cómo

La ciudad duerme tranquila!

El rumor de los oficios,

La charla descomedida

De los negocios humanos

En el espacio no vibran;

Todo es quietud, y en las calles

Luminosas y sencillas,

Hombres vestidos de blanco

Llevando palmas caminan;

Y a tiempo que dos de ellos

En su marcha se divisan,

Con aire de inteligencia

Se contemplan y se miran,

Y de amor en un exceso,

En un trasporte de dicha

Se abrazan, y al claro cielo

Alzan la mirada límpida,

Hacia el Corazón ardiente

Del Salvador, que los mira:

Corazón que es el sol claro,

Que vierte con alegría

La deslumbrante y preciada

Púrpura de su purísima

Reconciliadora sangre

Sobre la tierra dormida,

Y por tres veces exclaman

En un trasporte de dicha:

-«¡Bendito seas, oh Cristo,

Sea tu piedad bendita!»

 

 

 
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