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-¡Démosles muerte, señor! -exclamó Micael, siempre pronto
para la batalla. -¿Exterminar a las especies dominantes del planeta? -¡Por
supuesto, señor! Es necesario romper las rocas para hallar las piedras
preciosas. Elyón dudaba. Le parecía una verdadera crueldad asesinar a esos
enormes animales, que al fin y al cabo eran inocentes, sólo para hacer surgir en
el planeta una forma de vida superior. Pero también era cierto que esas bestias
no servían de nada, que en el universo se necesitaban seres inteligentes,
capaces de comprender a la naturaleza. Miró a sus ministros y con algo de
tristeza les preguntó: -¿Estáis todos de acuerdo con Micael? -¡Sí, señor!
-respondieron al unísono. -Pues entonces os doy permiso para que comencéis el
exterminio.
Micael rápidamente puso manos a la obra y reunió a su ejército.
Se paseaba con impaciencia mientras esperaba que acabaran de agruparse las
milicias. -Por lo que se ve, estáis lentos y faltos de práctica. Es indudable
que no os puedo quitar el ojo de encima que ya os dedicáis a la holgazanería.
Imagino que tampoco recordáis completamente las leyes fundamentales de nuestro
ejército, de modo que os refrescaré la memoria. Para esta misión sólo
necesitaremos repasar las reglas de exterminio, a saber: primero, reducir al
mínimo el sufrimiento de la víctima; la muerte debe ser rápida y no debe haber
oportunidad para la agonía. Segundo, la víctima no debe percibir el peligro; no
debe ser asustada ni atormentada. Tercero, toda muerte debe estar perfectamente
justificada; se os pedirá cuenta de cada gota de sangre que derraméis. Cuarto,
está prohibido atacar cuando ello representare un mínimo peligro para algún ser
inteligente. Quinto, está prohibido matar seres inteligentes -mientras hablaba,
Micael se quitó su manto, revelando la perfección de su musculoso cuerpo
enfundado en un traje adherente de color blanco y brillante, con botas largas,
guantes y cinturón dorados-. Espero que guardéis estas normas -y, luego de una
pausa, preguntó-: ¿Os agrada este traje? -¡Sí! -gritaron todos. -Es
nuestro nuevo uniforme, diseñado por Elyón, y qué bueno es que os guste, porque
si así no fuera lo tendríais que usar de todos modos -agregó, con una sonrisa
maliciosa-. Éste es el casco que, como veis, posee un par de antenas para
comunicarse: una de emisión y otra de recepción. La primera toma las señales del
cerebro, las codifica y las envía: si os queréis comunicar con alguien, sólo
debéis pensar su nombre y automáticamente quedaréis conectados con él. En cuanto
a la segunda, es la misma tecnología a la que ya estáis acostumbrados: recibe
las señales, las decodifica y las ingresa en el cerebro.
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Prehistoria secreta
de M. M. Márquez
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