-Precisamente -replicó la señorita Van Meeker 
Constantia Coulson, con tono algo vago-. ¿Cuándo se va de 
vacaciones la señora Widdup, papá?
-Creo que dentro de una semana -dijo el señor 
Coulson.
La señorita Van Meeker Constantia se quedó parada 
durante un minuto junto a la ventana, contemplando el pequeño parque, 
anegado por el tibio sol de la tarde. Con ojos de botánico examinó 
las flores ... las armas más poderosas del insidioso mayo. Con el 
frío pulso de una virgen de Colonia soportó el embate de la 
etérea dulzura. Los dardos del agradable sol retrocedieron, helados, ante 
la fría panoplia de su inconmovible pecho. El olor de las flores no 
despertaba sentimientos suaves en los inexplorados recovecos de su dormido 
corazón. El gorjeo de los gorriones le causaban dolor. Se burlaba de 
mayo.
Pero aunque la señorita Coulson era inexpugnable ante 
los ataques de la estación, era lo bastante sagaz para apreciar su poder. 
Sabía que los hombres de edad y las mujeres de ancha cintura saltaban 
como pulgas amaestradas en el ridículo séquito de mayo, el alegre 
burlador de los meses. Había oído hablar ya de caballeros viejos y 
estúpidos que se casaban con sus amas de llaves. ¡Qué 
humillante era, después de todo, aquel sentimiento que se llamaba el 
amor!
A las ocho de la mañana siguiente, cuando llamó 
el repartidor de hielo, la cocinera le dijo que la señorita Coulson 
quería hablar con él en el subsuelo. El repartidor, algo asombrado 
y a título de concesión, se bajó las mangas de la camisa, 
dejó sus ganchos con el hielo sobre un cantero y entró. Cuando la 
señorita Van Meeker Constantia Coulson le dirigió la palabra, se 
quitó el sombrero.
-Hay una entrada por los fondos a este subsuelo -dijo la 
señorita Coulson-. Y puede llegarse a ella a través del 
baldío contiguo, donde están practicando las excavaciones para un 
edificio. Quiero que usted me traiga por ese camino, en el término de dos 
horas, quinientos kilos de hielo. Quizás necesite la ayuda de uno o dos 
hombres más. Le mostraré dónde quiero que lo pongan. 
También necesito que me traiga quinientos kilos diarios, por el mismo 
camino, durante los cuatro días próximos. Su 
compañía puede anotarnos el hielo en la cuenta de todos los meses. 
Tome por su molestia extra.