-¡Una nochebuena en que no sople el frío; una
nochebuena que no nos traiga nieve; una nochebuena que llega en pleno verano,
puesto que aquí el verano dura doce meses, no es, no puede ser
nochebuena!
Dos cosas faltaban, por otra parte, a la nochebuena del
pequeño Friquet, dos cosas raras en climas en que la gente anda delcaza y
no necesita calentarse:
¡Una chimenea y zuecos!
Felizmente recordó que su padre poseía un par de
babuchas de cuero blando, bordadas de perlas, objeto curioso dado por un jefe
salvaje a cambio de una botella de aguardiente.
Las babuchas servirían de zuecos, el agujero practicado
en el techo de la cabaña para dejar salida al humo de la cocina, de
chimenea...
Llegada la noche, el pequeño Friquet colocó,
pues, una de sus bordadas babuchas debajo de aquel agujero azul salpicado de
estrellas; luego, después de besar a su padre que, triste también,
casi lloraba, se fue a acostar medio consolado, y con el corazón henchido
de esperanza. -¡Oh, que buen descanso y qué hermoso
sueño!