La
mañana del sábado amaneció nublada y decepcionante. Casi de repente empezó a
instalarse un sol robusto de invierno, reflectando sobre el mar que ya lució
todo el día como un tapiz fulgurante de color azul turquesa. Traigo todavía
impregnados los ojos de ese color verde del verdor rutilante (y la esplendente
luz mediterránea) de los jardines de la urbanización. Dicen que la palabra
Paraíso deriva de un antiguo vocablo persa que significaba Jardín. Y es que un
jardín como el nuestro, de luz y de verdores azules frente al mar, es como un
trasunto del Paraíso original, donde los adanes y evas actuales nos paseamos
descalzos y desnudos (o "semi") en armonía vital con la naturaleza.
El
jardín representa el equilibrio esencial entre naturaleza y cultura: es un trozo
de naturaleza viva, pero conservada, cultivada, modulada, dominada en su furor
imprevisible por manos humanas y por inteligencias enamoradas. Dice Gertrude
Stein, interpretando el "cubismo" de Picasso, que la naturaleza se opone al
hombre, como lo redondo se opone al cubo, y es el arte el resultado de buscar la
armonía entre las fuerzas naturales y las humanas. Recuerdo también con relación
a esto el libro de Levy Strauss De lo crudo a lo cocido. El jardín es
siempre lo "cocido", el producto de la sensibilidad y la inteligencia humanas al
"cocer" elementos de la naturaleza cruda para nuestro alimento espiritual y
nuestro expansivo deleite. O sea, el Paraíso.
A
las 3 de hoy dejamos a Julia Victoria en el TALGO camino de Madrid. Cuando al
llegar a Córdoba, abrió Julia el maletero. ¡horror! Habíamos olvidado la maleta
en Torremolinos.