Sarah apenas logró hacer brillar su papel en medio de tantos malos toques como se vieron en el cuadro. Hernani se esforzó en aparecer digno de Doña Sol; pero, por lo demás, mucho hubo de qué quejarse.
Sarah, con su declamación acentuada y bella, cautivó; a lo que hay que agregar su maravilloso accionado, sus menores movimientos, sus posturas de estatua, sus brazos largos de los cuales hace prodigios, y su voz, su voz de oro, que pasa en un instante del grito más trágico al gemido más tierno y desgarrador.
Pero, ¿qué hacia ese Ruy Gómez que no procuraba acercarse un tanto a la altitud de su papel? De Hernani hay quejas; mas válganle por ahora sus buenos antecedentes. No dejaremos de hacer un último recuerdo de Doña Sol, a quien, si muy garrida, hubo quienes le desearan para mejores triunfos las formas de aquel bello pajecillo que, aunque habló tan poco y tan suave, se llevó consigo muchas miradas, gracias a un lindo talle, a unos lindos ojos y a una cabellera rica y suelta, que le caía por el gollete como un manojo de madejas de oro.