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El principal defecto de los miembros de aquella asociación, era su decidido empeño de permanecer aislados. Claro es que al reducirse voluntariamente dentro del círculo de una existencia uniforme, y al permanecer, como ellos lo hacían, apartados de toda relación exterior, perdían necesariamente la ventaja, de encontrar esas ocasiones que tan oportuna y útilmente vienen algunas veces a colocar una escala, bajo el pie de los que pretenden asaltar los obstáculos. En las costumbres de la vida moderna, y cuando el artista no ha salido de su fase de obscuridad, debe éste reunir, además del talento que puede producir una obra, la inteligencia y actividad necesarias para ponerla en evidencia. Sin embargo, existen ciertas naturalezas que retroceden ante las exigencias de la vida práctica. Incapaces de intentar ningún esfuerzo que acredite su existencia, sea por indolencia natural o por ignorancia de los medios que deben de emplear, prolongan o hacen perpetuo ese estado de vida anónima que es para el talento lo que el follaje para la luz. Los Bebedores de agua pertenecían a esa raza de solitarios obstinados que se conforman con los goces de la vida contemplativa. Recluidos en la práctica de su arte, el mundo concluía para ellos, en los muros de su habitación o de su taller; debido a lo cual les era, forzoso soportar la influencia del incógnito, atmósfera malsana que entumece a los más activos, exaspera a los más pacíficos, y que a veces llega a asfixiar. A las personas secuestradas voluntariamente, en un lugar estrecho y cerrado que se quejasen de falta de aire, les respondería lógicamente el primero que llegase: "¡Abran ustedes las ventanas!" Así, cuando Los Bebedores de agua, descorazonados, dejaban escapar como una recriminación lanzada contra su destino, esta lamentación trivial: "¡No tenemos suerte!" podía habérseles respondido: "¡Abran ustedes la puerta!" pues no solamente la tenían cerrada, sino que echaban, por decirlo así, el cerrojo por dentro.

Si hemos recordado aquí los principios que regían a aquella sociedad singular, ha sido para que sirvan mas de una vez de explicación a esas luchas dolorosas de la inteligencia, con la necesidad, en medio de las cuales nos llevan los relatos que van a leerse.

Abril de 1855.

E. M.

 
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Los bebedores de agua de Enrique Murger   Los bebedores de agua
de Enrique Murger

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