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Habrían de salir del aeropuerto juntos pero a pesar del tiempo compartido durante el viaje, o quizás por la premura de la partida, casi no se conocerían. René le pondría un brazo sobre el hombro y procuraría besarlo enseguida de bajar a la ciudad; ante la negativa crispada de Max caminarían largo rato simplemente tomados de la mano. Acaso habrían de reconocer, cerca del aeropuerto, a una o dos cuadras, una vía muerta, y a ambos lados de la vía muerta; yuyos resecos por el sol; en el cercano horizonte frente a ellos, tal vez, habría una torre de poca altura con un reloj ornando la parte superior. Pero mirarían todo tan tan rápido que el conjunto pasaría a formar parte del misterio de ese ridículo exilio.
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Quién, que no era yo, te había marcado el cuello de esa forma
de Alejandro Margulis
ediciones Voyeur
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