La de esa noche comenzó
así:
Hace miles de años no existía esta
población ni otras que ustedes conocen. Todos estos territorios estaban
cubiertos por bosques i extensas sabanas tapizadas con espesa hierba natural. En
el bosque había árboles gigantescos, con troncos más gruesos que seis hombres
reunidos. A las costas llegaban i a veces se varaban, ballenas gigantescas,
cachalotes i enormes bufeos. En tierra, i en constante lucha por alimentos,
sobrevivían algunos saurios, iguanodontes i mastodontes, pero ya no los
brontosaurios i otros dinosaurios, que se extinguieron hace 65 millones de años.
Aves de grandes alas eran dueñas del cielo. En la amplia meseta del cerro, donde
hai tantas rocas en desorden, que parecen haber sido empujadas sobre las
laderas, i donde actualmente siembran sandías i melones, había un pequeño
poblado, es decir, pequeño porque no tenía muchas casas, pero con la
particularidad de que algunas de ellas eran mui altas, evidentemente más nuevas,
hechas con troncos rollizos i cubiertas con ramas de palmeras i hojas anchas.
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Toda la zona había estado habitada por
unos gigantes, hombres i mujeres, que medían de 3 a 4 metros i que arribaron del
mar en grandes balsas, de troncos unidos por lianas. Eran mui atrasados, no
poseían buenas herramientas ni armas. Se valían de mazas, lanzas de madera con
una punta aguzada en las rocas, i de grandes conchas de ostras, cuyos filos
utilizaban para cortar. Ambulaban por los llanos i el bosque. Se alimentaban de
animales que lograban atrapar con las manos o las lanzas; de pescados i
mariscos, de raíces, hojas i frutas silvestres. No eran mui numerosos i habían
practicado un nomadismo sin urgencias, salvo por sus constantes luchas con los
enormes saurios i las aves predadoras, que producían bajas en ambos
lados.
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