Sobre aquellos desechos descansa, con su inseparable pipa entre
dientes, el viejo guardián Nikita, un viejo soldado retirado, a juzgar por las
franjas descoloridas de su guerrera... Su rostro y su nariz encarnada de
alcohólico, así como las pobladas cejas, le dan la expresión, de un perro de la
estepa... Es de mediana estatura y enjuto de carnes, aunque su porte, no carece
de marcialidad y sus puños están debidamente desarrollados...
Este sujeto, pertenece a la clase de hombres de carácter
sincero, decidido, exactos cumplidores de sus deberes y casi insensibles, que,
ante todo, estiman el estricto orden, considerándolo como el objeto único de su
existencia. Y al asestar puñetazos en la cara, en la espalda o en cualquier otra
parte de su víctima, está convencido de que este es el único medio de mantener
el orden y la disciplina...
La antesala conduce a una sala grande y espaciosa que ocupa
todo lo largo del pabellón, sin contar el vestíbulo. Las paredes de la
habitación están pintadas de un azul pálido, y el techo parece la tapia de un
gallinero... Excuso decir que las chimeneas, en invierno exhalan nubarrones de
humo y un fuerte olor a carbón... El mal aspecto de las ventanas aumenta todavía
con el enrejado montado al interior. El suelo está sucio y lleno de basura... El
ambiente huele a col agria, a mecha quemada, a chinches, a amoniaco; y todo
aquello da al visitante la impresión de hallarse en una jaula de fieras.
En medio de la sala, aparece una hilera de camas fijas en el
suelo, en las cuales se ven, sentados o postrados varios enfermos vestidos con
batas azules, con las cabezas cubiertas, según el antiguo uso, de gorros de
noche...