Introducción
NOSOTROS, EL JARDÍN Y LA VIDA ETERNA
¡Hola! Ustedes, como nosotras, seguramente tienen con el jardín
una relación muy particular. Sienten que ese espacio a cielo abierto puede
proporcionar vivencias distintas a cualquier otro lugar de la casa. ¿O algún
otro ambiente, por lindo y cómodo que fuere, puede modificarse mes a mes,
redecorándose a sí mismo, reinventándose estación a estación desde el origen de
los tiempos?
Ningún aire acondicionado, ninguna pintura ni empapelado,
iluminación, muebles ni cortinados pueden imitar el aire puro, el verdadero olor
a pino, el goce de los pies desnudos sobre el pasto recién cortado y el ritmo de
la brisa, que nos envuelve arrancando sonoridades incontrolables, mientras a su
paso voltean del derecho y del revés, meciéndose al compás, las hojas laminadas
de los plátanos.
Quien alguna vez habitó un jardín y cuidó de él, sintió nacer en
su interior el mismo sentimiento que llevaba a nuestros ancestros a perder la
vida por defender su pedazo de tierra. Porque esa posesión nos hace eternos.
Poseer la tierra es vencer lo transitorio; una ilusión de inmortalidad.