-Ya me
escribieron varios amigos -continuó
Wilkendorf- contándome del golpe del 4 de junio
pasado y que finalmente no fue más que una asonada preparada para encumbrar a
ciertos "elegidos" por el régimen que domina Alemania. Un grupo de oficiales (el
GOU), unidos para un supuesto bien patriótico y encubiertos por el neutralismo
de la guerra anterior, no ha hecho otra cosa que preparar el terreno para
sostener en el poder a quienes Göbels eligió como futuros mandatarios en
Sudamérica. No van a poder hacerlo.
Tomó un respiro y continuó:
-Nadie
puede sostenerse en un gobierno ni lograr el consenso popular con la fuerza de
las armas. Debe primar la razón y la elección de quien debe gobernar es
privativa de los pueblos. Ahora, aquí, nuestra lucha es ya solamente de
supervivencia y en especial, de que nuestro suelo y la gente, sufran lo menos
posible, para que vuelvan a levantarse, pujantes, pero en
libertad.
-Ud. me
deja perplejo -respondió Claude casi pasmado- y quisiera tener todo el tiempo del
mundo para continuar esta conversación y lo invito a que nos encontremos otra
vez, con mucho más tiempo disponible y en circunstancias menos conspicuas, pero
tiene que disculparme, mi mujer me hace señas para que la rescate, ¿me
comprende, verdad?
Con la mayor rapidez que pudo, Claudio acudió al llamado de
Chantal, pero se adelantó von Rundstedt, quien, con pesadumbre, le
anunció:
-Lamento
mucho, pero debemos irnos. Necesito continuar con mis obligaciones. Le dejo el
formal saludo de todo mi personal, que está encantado con este inesperado
momento de descanso y esparcimiento. Debo agradecerle, profundamente, su
invitación y gentileza. Nos ha cedido Ud. su casa, su hogar, su comida, que hoy
es escasa para todos y eso representa mucho, estimado señor.