-Querida,
salvo a Dacha, no he dicho a nadie quiénes son nuestros visitantes, por
tantas cosas que suceden o que se les pueda ocurrir a ciertos vecinos
-le informó.
-Bien
-respondió suavemente
Chantal.
-Te
presentaré a todos los que conozco... ¿me acompañas?
-le pidió tomándola de un
brazo.
-Bien
sûr, mon cher -contestó ella con
suave y grave voz de soprano dramática.
Recorrieron el comedor haciendo las presentaciones. Hubo algún
taconazo. Provocaron también reacciones más bien tímidas, pero gentiles, de la
tropa. También exageraciones de gentileza por los de mayor graduación. Al volver
al lugar del núcleo principal, Hoffmayer, con su especial voz, consultó a
Mme. Latour respecto al salchichón regional. Pero allí tuvo que ayudar
Dacha, el más indicado por ser un especialista. Mientras tanto, el
Teniente Primero Wilkendorf aprovechó para dirigirse a Claude, un poco alejados
de los demás y, con sorpresa para el dueño de casa, le habló, en español (se
diría mejor en "argentino"):
-Don
Claudio, no se extrañe si le hablo así, es que soy argentino. Llegué de Buenos
Aires al comienzo del año pasado; mi familia es alemana por parte de padre;
antes de venir aquí estaba estudiando el bachillerato en el Colegio Nacional
Sarmiento, de Buenos Aires, el de calle Libertad, si es que Ud. recuerda el
lugar o tuvo oportunidad de conocerlo.
-Si
-manifestó el desprevenido
Latour-, casualmente tengo un hermano, menor que
yo, trabajando como celador en el turno de la mañana de ese Colegio; así paga
sus estudios para ingresar a la Facultad de Química en La Plata; quiere
independizarse y estudiar Ingeniería Química. Me ha sorprendido Ud., realmente.
¿Cómo apareció aquí y en esta guerra, si se puede saber?