-Bitte! ¿Se comunicará Ud. o tiene algún mensaje que pueda enviar yo?
-esperó.
-Dígale Ud.
donde estamos y que arribaré a Ruan después de medio día. Que localice a Rommel
para que se encuentre conmigo el lunes 8, en Wolfschanze. Llevaré al
OKW mi apreciación de la situación -pero por lo bajo y sólo para Klauss,
agregó «maldito el caso que hará el Führer de mi opinión». Luego de susurrar esto, continuó-:
Que Warlimont le avise a Jodl que nos
prepare alojamiento, quién sabe a que maldita hora de la madrugada nos atenderá
el "cabo de Bohemia"
-Luego de este aparte y mientras el Coronel actuaba, el
Mariscal volvió hacia su anfitrión y continuó conversando de su coincidente
gusto por el tipo de armas de avancarga, "chispas" o de pedernal, como las
nombran familiarmente los aficionados coleccionistas.
Mientras los asistentes se servían, frugalmente pero con
deleite, ese improvisado desayuno, casi un almuerzo, von Rundstedt bebía te
caliente, acompañado del sabroso pan recién horneado y algún bizcocho casero.
Prácticamente nadie conversaba. Sólo los pequeños ruidos de platos y tazas,
jarros, vasos, el roce de suelas sobre el piso lustrado de madera y cada cual,
prácticamente volando con su imaginación en ese descanso imprevisto y muy bien
aprovechado para comer cosas distintas, nada de ración militar.
De pronto un silencio muy particular concitó la atención de
todos, incluyendo al personal de Claude. En la puerta apareció una mujer vestida
con jodhpurs kaki y un gran gabán marinero azul de tres cuartos y gorro
de lana, tipo pescador, color negro, que en ese momento se quitaba con su mano
izquierda, comenzando a esponjarse su corto, muy canoso y rebelde cabello.
Rostro delgado de distinguidas facciones, porte señorial. En un golpe de vista
abarcó todo el panorama, seria, con sus espesas cejas enarcadas, hasta que
comenzó a insinuar una delicada sonrisa cuando Claude se acercó a recibirla,
darle un beso en la mejilla; éste, por lo bajo, le susurró: