Rundstedt gozaba, complacido de haber aceptado y de la calidad
del servicio de inteligencia del Almirante Canaris. Estaba en una casa segura y
con franceses seguros. Ante el ademán de Latour avanzó en dirección a la puerta
que se le indicaba, traspuso el umbral quitándose la gorra y giró la vista,
embelesado, observando el más grande e impredecible living-room rústico normando
que conociera, con las más que centenarias paredes, un magnífico y enorme hogar,
donde ardían mansamente unos enormes leños; una repisa circundaba casi toda la
habitación, sirviendo de apoyo a fotografías enmarcadas, cacharros de cobre,
algunos colgando, pero en especial una vitrina de madera lustrada con su fondo
tapizado en una vieja pana carmesí. Eso fue lo que más llamó la atención de
Rundstedt y era donde Claude exhibía su colección de pistolas antiguas, todas de
pedernal, un regalo para la vista del conocedor. Por detrás de él había
ingresado el Coronel Hoffmeyer, siguiendo a Latour.
-Tiene Ud.
lo mejor de los más afamados armeros ingleses, señor, lo felicito -comentó el Mariscal mientras se quitaba
el ligeramente húmedo capote, que el Coronel tomó con presteza y apoyó sobre una
silla de respaldo torneado. Pudo apreciar ahí Latour, que la chaquetilla del
Comandante alemán era de un modelo muy particular y muy distinta a las demás de
sus oficiales, ya que lucía por el frente, delante de los ojales, un vivo claro
y su faldón delantero era redondeado.
Sin hacer alusión a esto, respondió al tema de armas
antiguas:
-Veo que
conoce la materia, Mariscal. Esa que está observando ahora es una de Twigg, John
Twigg, 1778, para oficial de dragones o, al decir de los conocedores, una Light
Dragoon. La baqueta estaba partida a la altura de la inserción en la caja de la
pistola, pero se observa que fue correctamente reparada en su época.