Capítulo I
Desde Bretteville hasta el Odon, la floresta ya estaba siendo
invadida por las residencias suburbanas de Caen y se perdía, poco a poco el
resabio semisalvaje de esa porción de campiña, urbanización que había quedado
casi paralizada desde mediados de junio de 1940, cuando los alemanes, que
invadieron territorio francés, lograron el armisticio y se constituyeron en
fuerza de ocupación. Solamente desde el Odon al Orne, en dirección de Maltot o
de Saint André, aún se podía apreciar ese resabio campesino tan querido por los
Latour. Desde aquella vez en San Rafael, en la vieja finca mendocina del gran
papá
-como le llamaban al abuelo Guillermo establecido en Mendoza desde
1889- se juramentaron en querer tener siempre un espacio verde, vivir para el
campo, en el campo y de sus productos, explotándolo como una industria
vivificante y agradable, en íntimo contacto con la naturaleza.
Aquí no necesitaron en ningún momento la reserva financiera del
giro semestral en libras esterlinas, producto de utilidades empresarias que sus
apoderados enviaban desde Buenos Aires y que ahora les era retenido, por razones
obvias. No obstante y a pesar de ciertas miserias de la guerra que los rodeaba,
de algunas privaciones por el racionamiento y los uniformes que recordaban que
había ocupación, su buen pasar, la capacidad agrorural y habilidad comercial
eran notorias. Los vecinos y amigos entendían esta situación, más porque no
hacían alarde de buena posición y se habían hecho querer, desde que se afincaran
en 1937, en los muy antiguos predios heredados de los Bouillon e incrementados
por adquisiciones posteriores de buenas tierras normandas.