El hermano de Caffal, Creede Halcrow, hombre cínico y
taciturno, era mayor del regimiento. Entre el capitán Madwell y el mayor
Creede había una antipatía natural; alimentada y reforzada por las
circunstancias, llegó a convertirse en activa animosidad. Sin la
sujeción impuesta por su mutua relacíón con Caffal, estos
dos patriotas habrían tratado cada uno de privar a su país de los
servicios del otro.
Aquella mañana, cuando empezó el combate, el
regimiento se encontraba en un puesto de avanzada, a una milla del grueso del
ejército. El piquete fue atacado y casi encerrado en el bosque, pero se
mantuvo encarnizadamente en sus posiciones. En un momento en que el combate
pareció sosegarse, el mayor Halcrow se acercó al capitán
Madwell. Cambiaron un saludo reglamentario; después, el mayor dijo:
-Capitán, el coronel le ordena que avance con su
compañía hasta la cabeza de ese barranco, y .que allí se
mantenga en su posición. No necesito informarle del peligro que significa
esta maniobra, pero si usted lo desea, puede, supongo, pasar el comando de su
compañía a su teniente. Yo no he recibido ninguna orden que
autorice esta sustitución. Es una mera sugestión de mi parte, sin
carácter oficial.
A ese mortal insulto, el capitán Madwell contestó
fríamente:
-Mi comandante, lo invito a que me acompañe en la
maniobra. Un oficial a caballo será un blanco notable, y no le oculto que
considero mejor, desde hace muchos años, que usted se hallara muerto.