A la cabeza de un barranco profundo, mera depresión del
suelo, yacía un grupito de muertos. Los vio, se apartó bruscamente
de su camino y se dirigió hacia ellos a paso rápido.
Después de examinarlos con atención a medida que avanzaba, se
detuvo por fin cerca de un cuerpo tendido a poca distancia de los otros, cerca
de unos cuantos arbolitos. Parecía moverse. Se agachó y
posó la mano en su rostro. El hombre tendido en el suelo lanzó un
grito.
El oficial era el capitán Downing Madwell, perteneciente
a un regimiento de infantería de Massachusetts. Era un soldado
inteligente y audaz, un hombre honorable.
En aquel regimiento había dos soldados llamados Halcrow,
Caffal y Creede Halcrow. Caffal Halcrow, aunque nada más que sargento de
la compañía, era íntimo amigo del capitán Madwell.
En la medida en que lo permitían la desigualdad en el rango, la
diferencia de sus ocupaciones y la observancia de la disciplina militar, estaban
casi siempre juntos. A decir verdad, se habían criado juntos. Un
hábito sentimental no es fácil de romper. Caffal Halcrow no
tenía afición a las armas ni disposiciones para la carrera
militar, pero la idea de separarse de su amigo le era desagradable. Por eso se
alistó en la compañía en que Madwell era subteniente. Uno y
otro habían ascendido dos veces, pero entre el subalterno del rango
más elevado y el último de los oficiales de carrera media un
abismo. Ahora sus antiguas relaciones se mantenían con dificultad y en un
plano diferente.