Salomé no dejó de observarlos desde que se sentaran junto con su
hija en la sala de espera, conmovida ante la sencillez de su ropa, pero la
nobleza casi aristocrática con que permanecían esperando pacientemente, y con
que se comunicaban sin ninguna dificultad en alemán y francés cuando
los interrogaban al respecto de su hija enferma, o después en ruso cuando
hablaban entre ellos. Luego algunas frases en yiddish para
referirse a asuntos íntimos y muy específicos de la situación de su hija entre
el rabino y Martha, le dieron completa certeza del origen de esta familia.
El viejo Moishe le sonrió a la enfermera un tanto coquetamente,
tomando su mano de modo cálido y cerrándole un ojo, confirmándole que el
reconocimiento como hija de Abraham era mutuo.
Luego pasaron al consultorio.