-Como usted guste -replicó el joven enrojeciendo con
vehemencia-. Aquí tengo una copia de la información que envié a mi periódico. No
se trata de una crónica, que resultaría increíble, sino de una especie de
cuento. Quisiera que formara parte de mi testimonio.
-Pero usted dice que es increíble.
-Eso no es asunto suyo, señor juez, si yo juro que es
cierto.
El juez permaneció en silencio durante un rato, con la cabeza
inclinada. El resto de los asistentes charlaba en voz baja sin apartar la mirada
del rostro del cadáver. Al cabo de unos instantes el juez alzó la vista y dijo:
-Continuemos con la investigación.
Los hombres se quitaron los sombreros y el joven prestó
juramento.
-¿Cuál es su nombre? -le preguntó el juez.
-William Harker.
-¿Edad?
-Veintisiete años.
-¿Conocía usted al difunto Hugh Morgan?
-Sí.
-¿Estaba usted con él cuando murió?