https://www.elaleph.com Vista previa del libro "Historias de una infancia feliz: Un puente en el tiempo" de Carlos Alberto Connolly (página 2) | elaleph.com | ebooks | ePub y PDF
elaleph.com
Contacto    Miércoles 22 de mayo de 2024
  Home   Biblioteca   Editorial   Libros usados    
¡Suscríbase gratis!
Página de elaleph.com en Facebook  Cuenta de elaleph.com en Twitter  
Secciones
Taller literario
Club de Lectores
Facsímiles
Fin
Editorial
Publicar un libro
Publicar un PDF
Servicios editoriales
Comunidad
Foros
Club de lectura
Encuentros
Afiliados
¿Cómo funciona?
Institucional
Nuestro nombre
Nuestra historia
Consejo asesor
Preguntas comunes
Publicidad
Contáctenos
Sitios Amigos
Caleidoscopio
Cine
Cronoscopio
 
Páginas 1  (2)  3 
 


Tito me explicó que nuestro director técnico iba a ser un señor muy serio que sabía mucho de fútbol, llamado Marcial Álvarez, al que le decían “Chaín”. Era conocido en el pueblo como Marcial “Chaín” Álvarez, por lo que nunca llegué a saber con certeza si “Chaín” era su sobrenombre, su segundo nombre, o su segundo apellido. “Chaín” era para nosotros un hombre grande. Viéndolo en la foto, me doy cuenta ahora de que debería tener poco más de veinte años, pero para nosotros era como si tuviera cuarenta. Era muy serio y formal, cosa que puede verse en la foto. Iba a los partidos prolijamente vestido con un traje oscuro y con camisa y corbata blanca, y su atuendo incluía un pañuelo también blanco en el bolsillo superior del traje. Marcial nos trataba con gran afecto y respeto. Respeto que también exigía que le tuviéramos a él, que era nada menos que nuestro DT.
Viendo la foto observo y recuerdo que conformaban el equipo (parados de izquierda a derecha) Jorge Lo Cirio (al lado de “Chaín”), gran amigo mío de la barra de la usina, “Quelito” Rigas (según dice atrás en la foto), aunque yo lo recuerdo como “Quelito” Malcorras, nuestro gran arquero. Nunca supe el nombre de pila de “Quelito”. Para todos nosotros, “Quelito” era… “Quelito”. A su lado, como dije, estaba Pedro “Carita” Gourriet, y luego Iriarte, cuyo nombre creo que era Francisco y le decían “El Vasco” y que no tenía ningún parentesco con mi amigo Aníbal.
En la línea de los agachados aparezco yo, Carlos “Cato” Connolly, de wing derecho. En esa época casi todos los pibes nos llamábamos por sobrenombres y el mío era “Cato”. Como he comentado, no sé cuándo comenzaron a llamarme así ni quién me puso ese sobrenombre. Lo cierto es que para todos yo era “Cato” Connolly. A mi lado está quien era nuestro temible goleador: Tito Masciotro, también querido amigo de la barra de la usina y, como dije, responsable de mi presencia en el equipo; completando la fila, Alejandro Masciotro, primo de Tito, que venía de una familia radicada en el campo y que estaba haciendo la primaria en el pueblo. Nuestra camiseta era como la de Gimnasia y Esgrima de La Plata: blanca y con una franja azul en el medio.
Puede leerse en el dorso de la foto el siguiente texto: Equipo representativo de la Escuela Número 1 en el Torneo de “Baby Fútbol” de Ayacucho. Diciembre de 1953. Sobre un total de quince equipos, se clasificó en la décima posición.
La última frase del texto deschaba sin anestesia que evidentemente no se trató de un gran éxito deportivo ni nada de lo que deberíamos sentirnos demasiado orgullosos. Está claro que el que había profetizado que nuestro equipo iba a ser una cuna de campeones le había errado fiero.
No es mucho lo que recuerdo de los partidos que disputamos. Sé que tuvimos un par de actuaciones notables, suficientes para ser colocados en la lista de candidatos a campeones. Le habíamos ganado a la Escuela Número 6 que, junto con la Escuela Número 7 y el equipo del Aero Club, era de las mejores del torneo. En la Escuela Número 6 jugaba Cacho Núñez, quien llegó a ser un gran jugador, miembro del seleccionado de la Escuela Normal Nacional de Ayacucho y, posteriormente, jugador de la Selección Mayor de Ayacucho. También logramos un empate con el Aero Club, cuya figura más destacada era un negrito de gran habilidad. Era el “Negrito” Márquez, que además de jugar muy bien era un buen pibe, muy querido por todos.
El espejismo duró hasta que enfrentamos a los mejores, los pibes de la Escuela Número 7, que para hacer honor al número de su escuela nos ganaron siete a cero. Nosotros tendríamos que haber hecho por lo menos un gol para hacerle honor al número de la nuestra, pero ni siquiera eso logramos.
A partir de allí salimos del grupo de los candidatos al título y pasamos a tener una serie de resultados intrascendentes, con algunos triunfos, muchos empates y más derrotas. En síntesis, fuimos décimos cómodos.
Para destacar en nuestro equipo, estaba la figura de “Quelito”, nuestro gran arquero. Era del tipo de los arqueros atajadores, espectaculares. Un pichón de Pato Fillol. Volaba todo el tiempo. La mayoría de las veces volaba y al instante siguiente tenía que ir a sacar la pelota del fondo del arco. Recuerdo que alguna de sus espectaculares voladas fueron exitosas, impidiendo algún gol del adversario, pero… fueron las menos. Era querido y admirado por su arrojo. Recuerdo una anécdota que me contó mi mamá. Ella estaba detrás del arco nuestro. Atacaban los rivales y un furibundo disparo se estrelló en el ángulo formado entre uno de los palos y el travesaño. “Quelito” esa vez no voló. Había quedado clavado, como congelado, impertérrito en el medio del arco, un poco adelantado tal vez. Ni se movió. Solo atinó a seguir con un movimiento de su cabeza la trayectoria de la pelota hasta que esta reventó el ángulo entre el palo y el travesaño. No fue gol de milagro, y la jugada siguió de manera intranscendente. Fue entonces cuando “Quelito” se dio vuelta y le dijo a los miembros de la hinchada, entre los que estaba mi mamá: “Hice vista. Yo sabía que esa pelota no entraba”. Cabe aclarar que eran muchas más las que entraban de las que no cuando nuestro gran arquero hacía vista. ¡Qué grande era “Quelito”! Todos lo queríamos y la gente creía que atajaba bien. Nosotros, los del equipo, no lo creíamos tanto.
Pero me pregunto por qué sigo recordando todo esto de nuestro equipo del Baby si al final no fuimos la esperada cuna de campeones que alguien había profetizado que seríamos, salvo la excepción que futbolísticamente fue “Carita” Gourriet, que en efecto llegó a ser un campeón salido de aquella lejana cuna. De los demás, nada. Nada de nada. Pero ¿por qué yo me siento también un campeón salido de aquella escuela de fútbol a sesenta años de distancia?
Creo que la respuesta tiene que ver con la figura de “Chaín”, nuestro querido entrenador. Él nos enseñó que teníamos que jugar para ganar, ya que ganar era lindo. Pero también nos dijo que lo más importante no era ganar. Que nosotros éramos pibes y que nos divirtiéramos jugando al fútbol. Que jugáramos alegremente y en equipo, ya que el fútbol era un juego de equipo. Que teníamos que respetar a nuestros rivales, y que cuando perdíamos teníamos que saber perder, ya que era más difícil y más importante saber perder con grandeza que ganar. Y que si un rival nos había superado, seguramente era porque había jugado mejor que nosotros. Y por último, que aprovecháramos la oportunidad para hacernos más amigos entre los miembros de nuestro equipo y que encontráramos algún nuevo amigo también entre los chicos de los otros equipos.
Incluso “Chaín” nos enseñaba cómo debíamos entrar en la cancha y cómo debíamos dar las hurras en el centro del campo. La estética del equipo también era importante para él. De fútbol nos enseñó poco, por no decir nada. Tal vez intuía que la materia prima con la que contaba no daba para mucho. Incluso “Carita”, tal vez porque era muy chico, no mostraba aún la gran calidad que iba a distinguirlo en el futuro.

 
Páginas 1  (2)  3 
 
 
Consiga Historias de una infancia feliz: Un puente en el tiempo de Carlos Alberto Connolly en esta página.

 
 
Está viendo un extracto de la siguiente obra:
 
Historias de una infancia feliz: Un puente en el tiempo de Carlos Alberto Connolly   Historias de una infancia feliz: Un puente en el tiempo
de Carlos Alberto Connolly

ediciones deauno.com

Si quiere conseguirla, puede hacerlo en esta página.

 



 
(c) Copyright 1999-2024 - elaleph.com - Contenidos propiedad de elaleph.com