En el primer capítulo dábanse detalles históricamente exactos, como la fecha del nacimiento y la ciudad provinciana donde fuera la residencia de Monsieur Jaccotot. Ambos datos le habían sido preguntados, fingiendo un hipócrita interés de simpatía... Cierto era también que se casó hacía más o menos unos veinte años. La época del casamiento fue inducida por la edad de la hija, a quien Aguilar -el feliz mortal que tuvo la suerte de verla -calculaba diecisiete años...
A pesar de la exactitud de estos datos, a renglón seguido, el novelista suponía que ya al tiempo de su enlace Monsieur Jaccotot fuera tan viejo como ahora, calvo, canoso y de anteojos de oro. No concibiéndolo sino como lo conocieron, probablemente toda la clase suponía que Monsieur Jaccotot fuese viejo, calvo, canoso y de anteojos de oro desde el mismo instante del nacimiento. ¿Qué descabellada fantasía pudiera suponer que Monsieur Jaccotot, el maestro francés, hubiese sido alguna vez joven, y menos aún niño?...
Aparte de este y otros lapsus, la intriga del casamiento del "viejo" Jaccotot y su "joven" esposa no estaba mal presentada... Lo malo es que esta joven esposa, que no gustaba de su civil marido, gustaba en cambio apasionadamente de los uniformes militares... Había una guarnición en la ciudad, y madame Jaccotot, nueva mesalina, tuvo sus amoríos con todos los oficiales del regimiento de la guarnición, y luego, con una buena mitad de las "clases", cabos y sargentos... ¡Los oficiales eran72 y las "clases" 205!
Al fin, cansada de tanta mudanza, ancló sus afectos en el coronel, un guapo mozo, y tuvo una hija... ¡Silvia, la niña de Monsieur Jaccotot, era esta hija del coronel, o, mejor dicho, del regimiento! ¡fille du regiment!...
Devorando la lectura, al terminar ese primer capítulo, el maestro de francés se sentía pálido y desfalleciente; sus ojos se humedecían, gruesas gotas de frío sudor le chorreaban por las sienes... La historia del regimiento y del coronel era falsa, falsisima; pero entre él y su mujer hubo de por medio cierto abogadillo de París... Y su mujer, la hembra más histérica y perversa, llegó a vengarse de sus justas imprecaciones de marido burlado, insinuándole mefistofélicamente una duda sobre la legitimidad de Silvia... ¡Cómo tantas otras veces, la realidad era pues más cruel e inverosímil que la novela!
No obstante la pérfida insinuación de su mujer, Monsieur Jaccototot se compadeció de aquella criatura... ¿Qué culpa tenía la pobrecilla?... La trajo a América, mientras la mala madre rodaba por esos mundos, y la educó como si fuera de su sangre... Sentíase orgulloso y amábala como si fuera de su sangre... ¿No era sea Silvia la única sonrisa que él recogiera de la vida?...
Terminado el primer capítulo, conocidas las "Tribulaciones de un marido en Francia", pasó inmediatamente el maestro a leer con ansiosa rapidez el "capítulo segundo y último". Digno "pendant" del otro titulábase... "Tribulaciones de un padre en la Argentina" ...