Al ver a su discípulo rojo de vergüenza y oírle hablar en un tono de humilde arrepentimiento, perfectamente nuevo y desconocido en aquella clase, que él llamaba de "indios rebeldes", Monsieur Jaccotot sintió intensa sorpresa... ¿Qué insólito caso se le presentaba? ... Dispúsose pues, leer el manuscrito y dio rápidamente vuelta la página de la carátula. Encontróse en la segunda con una tosca e irreconocible imagen, que sin duda le representaba, pues abajo tenía la siguiente leyenda: "Retrato de Monsieur Jaccotot, por el autor". Al verse tan mal representado, el profesor no pudo menos de reírse, y pasó a la siguiente hoja... La clase seguía en su silencio de curiosidad y expectativa...
Leyó Monsieur Jaccotot los epígrafes de "Capítulo primero, Tribulaciones de un marido en Francia", y se enrojeció hasta la calva... En efecto, él había sido un marido desgraciado en Francia. Por eso había tenido que abandonar allí su posición universitaria; por eso, absolutamente incapaz para los negocios, veíase obligado a enseñar aquí en un colegio particular...
¿Cómo podían sospecharse en la clase sus pasadas tribulaciones domésticas?... ¡Ah, sí!... ¡Ya lo recordaba!... Habiéndole visto un domingo el alumno Mario Aguilar de paseo con su hija, díjole zumbonamente, el lunes, cuando iba dictar su curso:
-¡Lo felicitamos, Monsieur Jaccotot... Ya lo vimos ayer paseando con una linda rubia...
El maestro contestó, con un dejo de orgullo, que no pasó inadvertido las maliciosas orejas de los muchachos:
-Era mi hija Silvia...
-¿Cómo, Monsieur Jaccotot?...-preguntó todavía Aguilar, con no fingida sorpresa. -Nosotros nada sabíamos de que usted fuera viudo...
Monsieur Jaccotot meneó la cabeza en forma de negación...
- Ni podíamos creerle casado puesto que no usa anillo de compromiso... - continuó Aguilar.
Y para concluir la conversación, Monsieur Jaccotot dijo, con la imprudencia del mal humor:
-Soy casado y mi mujer se quedó en Francia. Yo vivo aquí con mi única hija, Silvia... ¿Les interesa esto mucho a ustedes?...
Nadie contestó nada; pero, desde ese día, toda la clase pensaba que Monsieur Jaccotot había sido desgraciado con su mujer, abandonándola en Francia por su conducta escandalosa...
Marcelo Valdés, dejándose llevar por su brillante imaginación de novelista, había zurcido y fraguado luego toda su "novela de malas costumbres", alrededor de las tres personalidades de Monsieur Jaccotot, su mujer y su hija. La trilogía era completa: Monsieur, Madame et Bebe. Con verdadero ingenio, su ensayo no carecía de gracia y humorismo. Tanto éxito obtuvo, que Abraham Busch le cambió el manuscrito por un novelón de Dumas, que lo costara dos pesos. E hizo luego un pingüe negocio, alquilándolo por diez centavos a cuanto lector se suscribiera. La obra de Valdés había sido así leída, y algunas veces hasta releída, no solo por toda la clase, ¡por todo el colegio!