Persiles y Segismunda hubieran deseado el discreto velo del silencio sobre sus antiguos amores...
Rinconete y Cortadillo protestaban por su fama de ladrones. ¡Tan conocida era esta fama, que todos estaban ahora en guardia contra ellos, y ya no podían seguir robando a gusto!...
La Gitanilla, hasta la Gitanilla se quejaba de su cervantino renombre, presumiendo de honrada y pudorosa...
Y así, uno por uno, los personajes fueron exponiendo sus crueles y destempladas quejas. Llegaron a gritar todos juntos, tan desaforadamente, que e1 divino Cervantes se creyó expiando algunos pecadillos en las profundidades del purgatorio...
Solo Sancho guardaba un pensativo silencio, sentado a los pies de la cama... Quiso decir algo a don Quijote, y no lo pudo, cubierta su palabra por la infernal algarabía...
De pronto, don Quijote hizo un molinete con la lanza obligando a que todos se alejaran del lecho, y clamó con voz colérica e imperativa:
- ¡Basta ya, chusma cobarde y desenfrenada!