-Venía adelante don Quijote de la Mancha, seguido de su escudero Sancho Panza; luego el bachiller Sansón Carrasco, el cura, el barbero, Dulcinea del Toboso, Teresa Panza, Camacho, la dueña Rodríguez, los duques... Y también Persiles y Segismunda, Rinconete y Cortadillo, la Gitanilla... En fin, toda la caterva de los personajes que aparecían en sus obras...
Don Quijote, como jefe de la caterva, acercándose al mísero lecho, lanza en ristre y visera caída, hablo primero:
-Este es don Miguel de Cervantes Saavedra, el malandrín que nos creara y tuviese cautivos en sus libros, como las alimañas enjauladas que presentan los histriones de la feria, para risa y escarnio del vulgo soez y malicioso. Este es Cide Hamete Benengeli, el atrevido burlador de nuestras mejores hazañas y el cuentista charlatán de nuestros amoríos y secretos.
-Y encarándose con el moribundo, agregó: -Ha llegado el momento, oh Cervantes, de que nos rindáis, cuenta de las burlas o injurias que tan despiadadamente nos habéis inferido, y que he de vengar, ¡vive Dios! por el valor de mi esforzado brazo, en un hecho como no vieran los pasados siglos ni verán los venideros...
Sansón Carrasco no parecía menos iracundo: