En la masa negra e inerte quedaron al descubierto las blancas medias, de seductora redondez, estremeciéndose con el último estertor.
Teulaí, tranquilo como hombre que a nadie teme y cuenta en último término con un refugio en la montaña, volvió al inmediato pueblo en busca de su sobrino, satisfecho de su hazaña.
Al tomar al pequeñuelo de brazos de la aterrada vieja, casi lloró.
-¡Pobret! ¡Pobret meu!... -dijo, besándole.
Y su conciencia de tío inundábase de satisfacción, seguro de haber hecho por el pequeño una gran cosa.
">Se llevó las manos a la
cabeza y gimió:
-No, nunca me lo perdonaré.
¡Nunca! ¡Apártate de mí... canalla! -gritó con asco, haciéndose atrás y alejando de sí a Pasha con manos temblorosas-. Quería ponerse de rodillas... ¿ante quién? ¡Ante ti! ¡Oh, Dios mío!
Se vistió rápidamente y con un gesto de repugnancia, tratando de mantenerse alejado de Pasha, se dirigió a la puerta y desapareció.
Pasha se tumbó en la cama y
rompió en sonoros sollozos. Sentía ya haberse desprendido de sus joyas, que había entregado en un arrebato, y se creía ofendida. Recordó que tres años antes un mercader la había golpeado sin razón alguna, y su llanto se hizo aún más desesperado.
FIN
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