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Aquello era una fiesta importantísima, digna de que la voceasen por la noche los vendedores de La Correspondencia a falta de «¡El crimen de hoy!»

Iban todos a comerse una paella en el camino de Burjasot para solemnizar dignamente las paces entre los Bandullos y Pepet.

Los hombres cuanto más hombres, más serios para ganarse la vida.

¿Qué se iba adelantando con hacerse la guerra sin cuartel y reñir batalla todas las noches? Nada; que se asustaran los tontos y rieran los listos; pero, en resumen, ni una peseta, y los padres de familia expuestos a ir a presidio.

Valencia era grande y había pan para todos. Pepet no se metería para nada con la timba que tenían los Bandullos, y éstos le dejarían con mucha complacencia que gozase en paz lo que sacara de las otras.

Y en cuanto a quiénes eran más valientes, si los unos o el otro, eso quedaba en alto y no había que mentarlo: todos eran valientes y se iban rectos al bulto: la prueba estaba en que después de un mes de buscarse, de emprenderse a tiros o cuchillo en mano, entre sustos de los transeúntes, corridas y cierres de puertas no se habían hecho el más ligero rasguño.

Había que respetarse, caballeros, y campar cada uno como pudiera.

Y mediando por ambas partes excelentes amigos se llegó al arreglo.

Aquella buena armonía alegraba el alma, y los satélites de ambos bandos conmovíanse en el cafetín del Cubano al ver cómo los Bandullos mayores, hombres sesudos, carianchos y cuidadosamente afeitados con cierto aire monacal, distinguían a Pepet y le ofrecían copas y cigarros; finezas a las que respondía con gruñidos de satisfacción aquel gañán ribereño, negro, apretado de cejas, enjuto y como cohibido al no verse con alpargatas, manta y retaco al brazo, tal como iba en su pueblo a ejecutar las órdenes del cacique. De su nuevo aspecto sólo le causaba satisfacción la gruesa cadena de reloj y un par de sortijas con enormes culos de vaso, distintivos de su fortuna que le producían infantil alegría.

 
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Guapeza valenciana de Vicente Blasco Ibáñez   Guapeza valenciana
de Vicente Blasco Ibáñez

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