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No tardé en volver con el pan, y tuve el gusto de ver comer a mis
hijos (desde entonces empecé a darles este nombre). Siseta se mantuvo en
los límites de una sobriedad excesiva, y mientras duró el
festín les hablé de los grandes acopios de víveres que se
estaban haciendo en Gerona, conversación que parecía muy del
agrado de los pequeñuelos. En esto el Sr. Nomdedeu, habitante del piso
superior de la casa, pasó por delante de la tienda en dirección al
portal contiguo. Saludonos afablemente a todos, y después de decir
algunas palabras de desconsuelo con motivo de la pérdida del excelente
señor Mongat, subió a su casa, rogándome que le
acompañara. Yo tenía costumbre de ir todas las mañanas a
referirle lo que se decía en los cuerpos de guardia, y estas visitas
tenían para mí el doble atractivo de contar lo que sabía y
de oír las agradables pláticas del Sr. Nomdedeu, hombre con quien
no se hablaba una sola vez sin sacar alguna enseñanza
provechosa. |
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Gerona
de Benito Pérez Galdós
ediciones elaleph.com
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