Los
expertos opinan que, en muchos sentidos, el
estrés que experimentamos en la actualidad es más
peligroso, debido a que su origen es principalmente
psicológico y no tanto físico. Es irónico que los avances tecnológicos, que en
un nivel superficial
parecen aliviar el estrés psíquico, en realidad solo nos mantienen
constantemente conectados y "encendidos" 24 horas al día y 7 días a la semana.
En
otros tiempos, el estrés era en su mayor parte
el resultado claro de un daño o de una amenaza
físicos. Así, por ejemplo, un árbol cayendo encima de alguien desencadena una respuesta de
estrés, en la que figuran diversas
reacciones físicas, como un
incremento en la frecuencia cardiaca y en la presión sanguínea, con el fin de enviar más
sangre al encéfalo, algo necesario
para tomar mejor una decisión; un
aumento de la glucosa en la sangre, para proporcionar más energía; un mayor flujo
sanguíneo hacia los grandes
músculos de los brazos y las
piernas, para aumentar la fuerza y permitir al individuo escapar del peligro; y una coagulación
sanguínea más rápida. Todas estas
respuestas nos permiten tomar con
celeridad la decisión de que debemos
alejarnos del árbol, y de hecho nos ayudan a alejarnos más rápido de lo normal.
En el presente, la naturaleza del estrés es más
insidiosa. El estrés de la época actual
proviene sobre todo de los problemas en las relaciones
interpersonales, de los conflictos emocionales y de la
ansiedad relacionada con el trabajo, todos ellos asuntos
que no se resuelven con la rapidez con que se sale de una
situación de
amenaza para nuestra integridad física. Pensemos en ello: una vez que
hemos corrido para alejarnos del
árbol que cae,
el factor estresante se
ha ido y el cuerpo
puede volver a la normalidad.
No sucede lo mismo en
el caso de un conflicto interpersonal.