-Señor Rodríguez Sainz, pase usted.
Al mismo tiempo vi cómo una cámara de seguridad me seguía, me
sentí como se deben sentir los animales en el zoológico.
Creo que caminé como un kilómetro antes de llegar a la puerta
de una magnífica casa de estilo inglés, con unos jardines que evocaban a los
famosos jardines colgantes de Babilonia, en la puerta se encontraba un estirado
caballero con traje negro y una pronunciada frente que me miró de arriba a abajo
y con voz sentenciosa me dijo:
-¡Sígame!
Lo seguí hasta un amplísimo salón, en una esquina un piano de
cola negro hacía ver la habitación más pequeña de lo que realmente era, a los
lejos se podía escuchar el murmullo de lo que parecía ser la novena sinfonía de
Beethoven y en medio, allí sentada, una hermosa mujer, "ELLA".
-Ha llegado usted un poco tarde.
Traté de explicarme pero me interrumpió.
-No importa, pero espero que no se repita, ya que es muy
importante llegar a la hora, y recuerde que en la medida en que salgamos con el
tiempo justo muy seguramente llegaremos tarde, por eso es mejor salir antes; el
tiempo de los demás es tan importante como el de nosotros mismos.