Y en efecto, apenas comenzaba a tranquilizarse un poco con el
pensamiento de que nadie había visto su tontería, cuando
oyó que un estornino pequeñajo le gritaba desde un abedul
cercano:
-¡Imbécil! Le han mandado aquí a hacer algo
grande. ¡y se ha comido un pardillo!
Enfurecióse el mayor; subió al árbol para
atrapar al estornino, pero éste, que no tenía una pluma de tonto,
voló a otro abedul. El oso le siguió, y el estornino volvió
avolar al primero. El mayor estuvo largo rato trepando a los árboles; ya
no podía más, estaba rendido. Al ver al estornino, hasta una
corneja se atrevió:
-¡Valiente animal!- La buena gente esperaba que hiciera
una degollina, ¡y él se ha comido un pardillo!
El oso se abalanzó sobre la corneja, y en aquel preciso
momento una liebrecilla saltó de una mata:
-¡Vaya un oficial aguerrido! ¡Se ha comido un
pardillo!"
Un mosquito acudió volando desde donde Cristo dio las
tres voces:
-Risum teneatis, amici! ¡Se ha comido un
pardillo!
Una rana croó en el pantano:
-¡Tonto de capirotel ¡Se ha comido un pardillo!