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Así ocurría precisamente en aquel caso concreto. Ni una sola vez cambió el bosque la fisonomía que le correspondía. Día y noche, agitábase rumoroso con sus millones de voces, entre las cuales, unas eran ayes de agonía y otras gritos de victoria. Sus formas exteriores, sus ruidos, sus claroscuros, la composición de sus moradores, todo permanecía inalterable, como congelado. En resumidas cuentas: aquello era un orden tan afianzado y firme, que, al observarlo, ni al voivoda más feroz y celoso se le pasaría por la imaginación cometer fechoría cimera alguna, y menos "bajo la responsabilidad personal de Su Señoría".

De este modo, ante la inteligente mirada de Patudo III, surgió toda una teoría acerca del bienestar insatisfactorio. Surgió completamente detallada e incluso con una comprobación en la práctica, preparada ya. Y el oso recordó que una vez, en una conversación amistosa, el Burro le había dicho:

-¿Acerca de qué fechorías me pregunta usted sin cesar? Lo principal en nuestra profesión es laissez faire, laissez passer. O expresándose en ruso: un tonto va montado encima de otro tonto, ¡y el tonto de arriba arrea al de abajo! Aprenda. Si usted, amigo mío, se atiene a esta regla, incluso las fechorías se cometerán de por sí, ¡y todo en su jurisdicción marchará satisfactoriamente!

Y en efecto, resu!taba tal y como él decía. Lo único que había que hacer era estarse sentado tranquilo y congratularse de que un tonto arrease a otro tonto; todo lo demás, se arreglaría indefectiblemente.

 
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de Saltikov Schedrin

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