Mucho tiempo permaneció de esta suerte,
chupándose la zarpa, sin llegar a tomar verdaderamente las riendas del
mando en el territorio que le fuera encomendado. Una vez, intentó darse a
conocer "decorosamente"; encaramóse a la copa del pino
más alto y, desde allí, ahuecando la voz, dio un rugido, pero no
consiguió nada. La canalla del bosque, que no había presenciado
hacia tiempo ninguna fechoría, habíase desmandado hasta tal punto,
que, al oír su rugido, se limitó a comentar:
"¡Oíd, Misha está berreando! ¡De seguro que se ha
mordido la zarpa en sueños!" Y Patudo III, chasqueado, se
retiró de nuevo a su guarida...
Sin embargo, repito que era un oso listo, y si se tumbó
en su guarida no fue para atormentase con inútiles lamentaciones. sino a
fin de meditar hasta llegar a alguna conclusión que valiera la pena.
Y llegó a ella.
Ocurrió que, en tanto estaba tumbado a la bartola, en el
bosque todo seguía por sí solo su cauce normal. Claro que el orden
aquel no se podía calificar de plenamente "satisfactorio", pero
la misión del voiveda no consistía, de ningún modo, en
conseguir un bienestar ideal, sino en defender y conservar indemne el orden
implantado desde tiempos remotos (aunque éste no fuera
"satisfactorio"). No se trataba de organizar fechorías grandes,
medianas o pequeñas, sino de contentarse con "las naturales"
que había. Si desde tiempos inmemoriales venía aconteciendo que
los lobos despellejaban a las liebres, y los milanos y mochuelos desplumaban a
las cornejas, ello quería decir que, aunque semejante "orden"
no tuviera nada de "satisfactorio", era al fin y al cabo
"orden", y, por consiguiente, había que reconocerlo como tal. Y
si, a pesar de todo, las liebres y las cornejas no sólo no se quejaban,
sino que se reproducían y continuaban poblando la tierra, ello
significaba que "el orden" no se salía de sus seculares
límites. ¿Acaso no bastaba con aquellas fechorías
"naturales"?