Dicho esto, pusieron de punta un chuzo en el sitio donde le
correspondía caer, y le hicieron los honores bien. Luego, le desollaron y
llevaron su carroña al pantano, donde, a la mañana siguiente, fue
pasto de las aves de rapiña.
De este modo, se estableció una nueva práctica en
el bosque, con arreglo a la cual las fechorías brillantes podían
también tener consecuencias no menos lamentables que las vergonzosas.
La nueva práctica establecida fue confirmada asimismo
por la Historia del bosque en un anejo especial, donde se determinaba que, para
mayor comprensión, quedaba definitivamente anulada la división de
las fechorías en brillantes y vergonzosas, admitida en los manuales de
historia (para los centros de segunda enseñanza), y que en adelante,
todas las fechorías en general cualquiera que fuese su magnitud,
serían calificadas de "vergonzosas".
En el correspondiente informe del Burro, el León
garrapapateó de su zarpa y letra: "Notifíquese el fallo de la
Historia al mayor Patudo ll, para que se aplique el cuento".
Patudo III
Patudo Tercero era más inteligente que sus predecesores
y tocayos. "¡El asunto es peliagudo! -se dijo, después de leer
la resolución del León. Si haces poco mal, la carcajada es
general, y si haces mucho, te clavan en un chuzo... Bueno, ¿me marcho o
no?".