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¡Ovejas del obispo de Chiapas,

ningún gusto me dan vuestros balidos!

Y segundo, que si pudo haber sido cierto que al iniciarse la Conquista los indios tomaron por cumplido el antiguo vaticinio del regreso de algunos de sus dioses para cobrar venganzas y creyeron verlos en los conquistadores, no lo es menos que, a poco que fueron viendo la realidad, se percataron de que los invasores eran simples hombres que podían ser separados de los caballos (animal desconocido), contradecir, atacar y vencer. Si no hicieron esto último (al menos los Incas que, según Ballesteros Gaibrois, tenían el aparato militar adecuado para hacerlo y "no hubieran permitido el triunfo europeo"), fue por dramáticos e inexplicables fenómenos de masas como los acontecidos con Pizarro en el Perú.

Como ocurre con todos los guerreros aborígenes, se ignora cuándo nació Pipatón. Fray Pedro Simón, al relatar las acciones de los yariguíes en la región de Vélez, "donde yo ví y traté mucho a este cacique", deja entrever que sus actos guerreros pudieron haberse iniciado, si no antes, hacia 1580; y, si suponemos que llegó a ser cacique a los veinte años de edad, ello significaría que probablemente debió nacer hacia 1560. De igual manera se desconoce la fecha de su muerte que, por lo poco que el cronista mencionado relata, se puede deducir que debía tener más de cincuenta y cinco años cuando dejó esta vida en una cárcel de Santafé, algo después de 1612.

La nación yariguí estaba compuesta entonces por varias tribus o parcialidades regidas por sendos caciques de los que, por regla general, los españoles adjudicaban su denominación: Chiracotas, Arayas, Tolomeos, Guamacáes, Toporos, Carares, Opones, etc. Todas ellas mantenían un activo comercio con los Muiscas, con los Guanes y con los Chitareros con quienes intercambiaban mantas, sal, esmeraldas y alimentos vegetales, por oro, pescado, frutas y animales salvajes; pero al mismo tiempo los yariguíes vivían en permanente conflicto entre sí por cuestiones de límites de influencias, de sucesiones, de repartos de botín y de traiciones, situación que aprovecharon hábilmente los conquistadores y los colonos que, viendo la importancia que ella tenía para el buen fin de sus designios, procuraron estimularla para aparecer luego como árbitros de las querellas. Sin embargo, no siempre el ardid surtió efecto, como aconteció en cierta ocasión en que, puestas las condiciones de los españoles, las tribus en conflicto las aceptaron pero a condición de que se creara un Consejo compuesto por tres indígenas y tres españoles "para que lo que entre ellos se resolviera, se ejecutase por todos, como se hizo". Esta sorpresiva propuesta de gobierno es alabada por Fray Pedro Simón pues "echó de ver que también estos indios conocían la razón política y usaban de ella como del derecho natural y común de las gentes, en que advirtieron los nuestros ser estas bien capaces de razón y de justicia".

 
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Pipatón - El cacique de los talones alados de Elmer Pinilla Galvis   Pipatón - El cacique de los talones alados
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