Al otro día...
-¡Juan! ¿Ya te levantaste? Son las ocho tráeme el té y vení así voy al baño
que me quiero bañar, quiero estar linda para cuando llegue Rocío, no me gusta
que me vea desarreglada.
Cuando yo era docente siempre andaba maquillada y bien vestida, los chicos me
respetaban, ahora estoy acá sola porque vos ni me atendés, la jubilación no me
alcanza sino pondría alguien que me cuide, así no te molestaría pero ¡qué me va
alcanzar, con lo que gasto en la farmacia! ¡Trabajé tantos años!, ya perdí la
cuenta de los chicos a los que le enseñé a leer.
¡Juan, el timbre! Abrí que debe ser el chico que trae el diario, pregunta si
me encargó la revista de tejidos, sino decile que no se olvide. Ahora tengo
tiempo para tejer ¿Te gustaría que te teja una bufanda? Hace mucho que no tejo
nada.
¡Juan, el timbre!
-Mamá no grites, que soy yo, se te escucha desde afuera ¿Qué te pasa que
gritas?
-¡Hola hijita! ¡Llegaste! Te extrañé mucho. Tu papá nena, que no me trae el
té, hace desde ayer que no como.
-Bueno mamá no te aflijas que ya te lo hago, espera que voy a saludar a
papá.
-¡Papá! ¿Dónde estás? ¡Papá! ¿Estás afuera?
Lo siguió buscando hasta que lo encontró en la habitación:
-¡Papá! ¡Ay, no! ¿Cómo se lo digo a mamá?
Pensaba la forma de hablar con su madre y entró llorando a la habitación
-Mamá, tengo algo que decirte, es sobre papá.
-¿Qué hizo ahora tu padre?
-Es que... está en la cama.
-No me digas que... ¿todavía está durmiendo?
-No, mamá. Papá, está muerto.
-¡Ay, mi Juan! Al final te moriste, y no me trajiste el té.
Septiembre 2008